La villa de Sos del Rey Católico,
una de las "Cinco Villas" de Aragón, se sitúa
en la zona más septentrional de la provincia de Zaragoza, muy próxima
a la raya con Navarra, sobre una elevación de la Sierra de la Peña
dominando en altura el curso del río Aragón y la sierra
de Leyre, ya en las inmediaciones de Sangüesa de la que apenas dista
diez kilómetros. Ocupa un cerro situado
en dirección norte sur, con dos pequeñas zonas sobreelevadas.
En la más meridional se alza el palacio de Sada, lugar de nacimiento
(elegido para justificar su aragonesismo) de Fernando el Católico
el 10 de marzo de 1452. La septentrional es un verdadero balcón
sobre el curso del río Aragón, en donde Sancho Garcés
II en 970 realizó fortificación arrebatando su posesión
a los árabes (31 de marzo de 2001, 2002, 2006 y 2008).
Sancho Garcés III "El Mayor" completó
y mejoró esa fortificación en 1012. Lo que hoy contemplamos
de su castillo, en especial lo mejor conservado que es su torre del homenaje,
corresponde a obra realizada entre 1134 y 1137 por iniciativa del rey
aragonés Ramiro "II el Monje". Sos, lugar de frontera entre
reinos, ha sido de continuo escenario de fricciones primero con los árabes
y después entre reyes cristianos pugnando por la expansión
y defensa de sus dominios. El primer rey aragonés, Ramiro I, incorporó
el lugar a Aragón en 1044 para plantar cara a Navarra desde el
mismo.
En
el año 1055 la Reina Estefanía, viuda del Rey García
de Nájera, promovió la edificación del templo de San
Esteban con subvenciones piadosas que entre 1059 y 1081 un clérigo
de la comunidad, García Garcés, anotaba en un cartulario
junto a muchas otras.
En 1094 se refugió
en Aragón (acogido por el rey Sancho Ramírez) don Diego Peláez, obispo
de Santiago de Compostela, desterrado de su diócesis
por el rey castellano Alfonso VI. Al prelado le acompañaba el maestro
Esteban a cuya mano corresponden los dos bellos capiteles de su cripta.
Este afamado maestro
se halla trabajando en el inicio de la catedral de Pamplona en 1100. Desde
la muerte del de Sancho IV Garcés "el de Peñalén",
Sancho Ramírez asumió el título de rey de aragoneses
y pamploneses, continuando Navarra bajo dominio aragonés hasta
la subida al trono de Ramiro II en 1134, circunstancia de debilidad
en Aragón que propició la asunción del reino de Navarra
por parte de García IV Ramírez "El Restaurador".
La cripta del templo
de San Esteban, datable a finales del siglo XI, es la zona más antigua
del mismo. La iglesia superior es más tardía, concluyéndose
hacia el mismo momento en que se rehace su castillo por parte de Ramiro II (1134 -1137). En tiempo de Ramiro II se atestigua
la presencia en Sos del maestro Jordán calificado de "buen arquitecto
quien hacía castillo en Feliciana" (así llamada la elevación
sobre la que asientan castillo e iglesia) y que participó en la
edificación de San Esteban.
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La
cabecera del templo está compuesta por tres alargados ábsides
que albergan los altares de las iglesias superior e inferior. Poseen contrafuertes
que alcanzan hasta la cornisa; uno cada uno de los laterales y dos el
central.
A nivel de la separación entre la iglesia superior y la inferior,
los radios absidales decrecen un poquito al tiempo que los contrafuertes
se estrechan. En el
tercio superior de los ábsides se abren los vanos de los ventanales
adornados con una arquivolta decorada con moldura cóncava y baquetón.
Apean en columnillas a través de capiteles historiados. Por fuera de la arquivolta poseen guardapolvo
decorado. Enmarcando los ventanales hay dos molduras
corridas a lo largo de los tras ábsides, a nivel de la parte inferior
de los ventanales y continuando los ábacos. Se decoran con ajedrezado
jaqués el inferior y con lacería y diversos motivos, el
superior.
Bajo las cornisas hallamos
canecillos historiados. En la unión de ábside
central con laterales hay, a modo de articulación, sendas columnas,
que rematan en capiteles contribuyendo a sustentar la cornisa.
Es impresionante la altura
que alcanzan estos cilindro absidales. Ya desde la lejanía, con
el teleobjetivo para mejor apreciar el conjunto, impresionan (Imagen 2),
pero cuando uno se acerca hacia su base y los va viendo en perspectiva,
se percibe su verdadera dimensión que, en el forzado contrapicado
por los edificios circundantes, alcanza su máximo (Imágenes
3 a 9).